Esta suele ser una pregunta frecuente que me plantean muchas familias. Me preguntan específicamente qué les deben decir y cuánto tiempo antes para que acudan tranquilos y colaboren durante la primera visita.
Algunos niños (y otros no tan niños) tienen una opinión negativa de los psicólogos. Algunas películas, series, medios de comunicación, etc. no nos dejan en una buena posición. Algunos piensan que ir al psicólogo es para los “locos” o para las personas “raras”. El estigma de las dificultades psicológicas está muy presente en nuestra sociedad. Parece que una “persona normal” no puede tener malestar psicológico y, en caso de padecerlo, lo debe de solucionar por sí misma. Tener un problema psicológico y pedir ayuda es tildado muchas veces de “personas débiles”. Es importante derribar todos estos mitos que solo añaden más culpa y sufrimiento a aquellos que lo padecen.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2019 una de cada ocho personas en el mundo padecía un trastorno mental. Los más comunes son la ansiedad y los trastornos depresivos que augmentaron de manera significativa en 2020 debido a la pandemia de COVID-19. Nadie queda exento de presentar un trastorno mental.
También hay algunas personas que “no creen en los psicólogos”. Ir al psicólogo no es un acto de fe, no es una religión en la que se puede o no creer. La psicología es una ciencia del comportamiento humano. Hay estudios que demuestran la eficacia de algunos tipos de terapia para algunos trastornos en concreto.
Por todos estos motivos, debemos normalizar la figura de los psicólogos. Somos profesionales de la salud que nos hemos entrenado en la escucha activa y la empatía, entre otras muchas habilidades, y nos hemos formado en aplicar técnicas y estrategias para diferentes dificultades psicológicas.
Una vez los padres deciden acudir al psicólogo con su hijo, ¿cómo lo deben plantear?
Como padres, muchas veces nos cuesta ver o aceptar que nuestro hijo pueda presentar alguna dificultad. Una vez nos hemos decidido a pedir ayuda profesional, no es nada fácil de plantear a nuestro hijo.
Los niños tienen más dificultades de expresión de sus sentimientos que los adultos, por lo que acudir a un psicólogo infanto-juvenil les puede resultar raro o incluso asustar.
En primer lugar, es importante que los padres confíen en el trabajo del psicólogo y así lo transmitan a su hijo.
Una vez deciden a qué profesional quieren acudir, deben explicárselo a su hijo. No se debe mentir ni ocultar. Es importante que nombren la palabra “psicólogo” y no médico, profesor, amigo, etc. Se le puede explicar a que se dedica un psicólogo y porqué hemos decidido ir. Por ejemplo: “últimamente discutimos mucho en casa y tu padre y yo hemos decidido hacer una consulta con un psicólogo para que nos ayude a todos a mejorar la convivencia en casa”. Siempre debemos adaptar nuestras palabras al nivel madurativo del niño. Podemos explicar que el psicólogo es un profesional con el que podrá hablar de forma confidencial de lo que le preocupa y puede que hagan algún juego. El psicólogo le escuchará y dará “trucos” para ayudarle.
Nunca debemos decir o insinuar que el problema lo tiene nuestro hijo. El niño no debe sentir que ha hecho algo malo o que hay algo malo en él. La terapia nunca debe usarse como una amenaza o un castigo, sino como una ayuda para mejorar.
Es importante decir el nombre del terapeuta para que se vaya familiarizando. Podemos facilitar al niño más información del terapeuta visitando su página web para que vea su foto.
Debemos comunicarlo con la antelación necesaria para que el niño se haya haciendo a la idea. Por ejemplo, una semana antes de la primera visita sería adecuado.
Buscaremos un momento de tranquilidad e intimidad para comunicarle la noticia. Evitaremos momentos de cansancio, nervios o enfado. Podemos decir al niño que aquello que habla con el psicólogo es privado, queda entre ellos, y nos puede explicar lo que quiera de la visita.
